Nos metemos en los asuntos de los demás, transformamdo sus problemas en una forma de entretenimiento personal y básicamente escamoteándoles sus propias tragedias.
Devoramos los detalles más horribles e íntimos con la ferocidad con la que los polluelos picotean su comida, sin que salvo en raras ocasiones unamos los desafortunados puntos que revelan la imagen completa en toda su inmensa y triste realidad.
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